22.3.11

Tarde de viento

Tarde de viento


Era una tarde fría, de esas tardes feas en las que no te apatece salir a la calle para evitar ser abofeteada por el furioso viento que descarga su furia contra los escasos transeuntes.

De repente, se quedo parada, inmóvil. No había caído en la cuenta. Hoy hacía dos meses. Dos meses de ausencia plagados de besos perdidos, de abrazos rotos, de miradas tristes, de lágrimas a punto de estallar, del ardor en las orejas, de la furia paranoica del que sabe que ha llegado al final.

Es entonces cuando el viento, egocéntrico actor que la lleva de protagonismo, le pega una brusca sacudida y la transporta a la realidad, a las noches sin dormir, al frío en la espalda, a la cuchara buceando en la sopa sin saber qué busca, al no saber, al no querer. Pero se equivoca, sabe que sabe que tiene que tiene que coger los restos de ceniza que lleva en el bolsillo del corazón, quitar los candados que le protegen y sacarlas para poder soplarlas, a ver si así se confunden con el cielo.
 

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