15.3.10

Agua

Era de madrugada, en una noche gris del mes del amor, según Valentín, y mi pubescente madre estaba sola ante el peligro en una fría sala de hospital. Las enfermeras la dejaron sola porque decían que era primeriza y que hasta que dilatara por completo tenían que pasar horas y gritar mucho, como las de al lado. Ante esas palabras la cara de mi  madre se transformó dando lugar a una angustia incontenible, añadidas a las que ya tenía.
Conseguí salir y el médico me agarró de las piernas boca abajo, pero yo no gritaba, no lloraba como hacían estrepitosamente todos los niños al nacer pero ¡es que no podía! . El aire a penas me llegaba a los pulmones y cada bocanada de aire no llegaba correctamente a ellos. Era toda una hazaña respirar.
Mi madre, asustada le espetó al doctor: "¡Mi nena no llora!" y acto seguido me pegó un pequeño azote para provocar el llanto, pero nada pasó. De pronto, colgada boca abajo y con la sangre en la cabeza, escuché una voz que me decía desde dentro: "Respira, vive!, ¡respira, vive!" y como alma que se lleva el diablo pegué un grito que se escuchó en toda la planta.
Nací amoratada y las piernas se me habían cruzado, cosa que empeoró el parto porque me costó salir más de la cuenta y , para colmo, llevar escayola hasta las rodillas los cuatro primeros meses de vida. Cambiarme los pañales era todo un espectáculo.

De la misma manera en la que llegué a este mundo, el destino me tenia preparada una sorpresa: moriría joven, como Marilyn y la mayoría de los grandes artistas, ahogada en una playa de la costa francesa mientras disfrutaba de la compañía de mi amante y, mientras caía al fondo del mar escuhé una voz que me decía: "¡Respira,vive!" pero no llegué a escucharla. Era mi propia voz.




1 comentario:

  1. Y la vida viene a ser eso: vivir desde la primera respiración hasta la última. Me encanta esa maravillosa idea de comenzar a respirar y una voz que dice "¡respira, vive!" y lo hacemos, al nacer, y en esa muerte predestinada, de nuevo retornando al seno de la vida, en el agua de una madre, de nuevo volver a decirnos "¡respira, vive!" y tras haber vivido ya, sólo nos queda no hacerlo, no hacerlo y morir. Genial!

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