Una serie de catastróficas desdichas (guiño guiño)

Una luz que se funde y me deja a oscura a sabiendas de que no conozco la casa.

Me levanto algo alertado por esa calma sobrecogedora anterior a la tormenta, con tanta prisa que me golpeo la rodilla con una esquina rencorosa de la mesa tirando al suelo una tetera con líquido algo insípido y helado.

Mientras palpo el contenido de la estancia evitando venganzas personales de los objetos, veo que la luz está ausente en todo el bloque, y también en los contiguos, lo que deja paso a un cielo lubricado por estrellas contentas de volver a ser las protagonistas.

De vuelta a la lóbrega estancia, una espesa oscuridad me sazona la piel para hincarme el diente, comienzo a agobiarme, la claustrofobia se instala en mi pecho y en mis febriles y frenéticos movimiento de la danza espanta-oscuridad, tiro cuadros, jarrones, porta-fotos y una lámpara estupenda que me acompañaba siempre una mis intempestivas horas de lectura.

De repente vuelve la luz…y lo que comienza siendo un mordisco, se trasforma en un desgarro. Una pertinente combinación de té helado, lámpara rota y encendida y todo ello envuelto por mi pie temerario y desnudo; me convierte en un perfecto conductor.

Una psicodelia pre-mortem inunda mi cabeza, llenándola de recuerdos de la infancia (mi madre regañándome para que recogiera los calcetines) y muchos y enormes ornitorrincos serios con bigote.
Todo ello antes de quedar tieso en una improvisada tumba eléctrica.