25.3.10

El insolente estómago de los zombies


Primero es una vaga sensación de incredulidad. Después, el dolor. Bueno... Debería ser dolor, pero no siento nada. Ni calor, ni frío, ni alegría, ni tristeza...

Me desmayo.

Cuando despierto, sólo tengo hambre. Un hambre voraz.

Trato de levantarme con rapidez, ansioso por encontrar alimento, pero siento la increíble necesidad de moverme despacio y bamboleándome; con los brazos estirados, la boca abierta y gritando "Aaaargghh...". Es como aquella vez que subí en camello, sólo que esta vez soy yo quien se mueve.

En estas circunstancias, y teniendo ya algo de control sobre mi nueva capacidad de movimiento, me planteo pensar por qué soy así ahora. ¿Qué me ha pasado? Recuerdo una enorme boca viscosa mordiendo mi brazo izquierdo.

Sí, es lo típico en una invasión de zombies, después de todo.

Como un acto reflejo, mis ojos se clavan en mi brazo. Ante mi estupor esto deja de ser una metáfora, ya que uno de mis ojos (creo que es mío), acaba de rozarme el... Espera, ¿eso es mi brazo?

Lo que sobresale de mi tronco es una cosa viscosa, de ese bonito color verde de los mocos de un niño en su tercer día de resfriado. Una lenta exploración de mí mismo me demuestra que todo mi cuerpo tiene esta característica.

Supongo que debería extrañarme, pegar un alarido ensordecedor y lamentarme de mi suerte pero... ¿Qué esperaba? Esto me pasa por dejarme atrapar, morder y espachurrar por un zombie.

Además, tengo demasiada hambre para pensar en eso ahora.

Una vez he introducido el ojo en su lugar, me permito mirar, por primera vez, a mi alrededor, que ya toca saber dónde estoy. Me sorprende ver que no he cambiado de ubicación, y que todavía quedan algunos de mis vecinos correteando por ahí, tratando de huir de los demás zombies (no les culpo. Son... Bueno, somos realmente repugnantes).

Anda, allí está mi vecina Lidia. Supongo que por algo tengo que empezar, así que me dirijo hacia ella. Está muy ocupada tratando de apartar lejos de ella a uno de los... ¿Míos? El caso es que no me escucha llegar hasta ella a sus espaldas.

¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Morderla? ¿Dónde? ¿Por qué?
Me acerco lentamente a su hombro desnudo... ¡Puaj! ¡Qué desagradable! ¿Cómo pueden los no-muertos comer algo así?

Retrocedo tan rápido como me lo permite mi nuevo y bamboleante movimiento y, lentamente, me alejo de la zona y me adentro en un bosque. Aquí, me dejo caer contra un árbol.

Vale, esto ya no tiene ninguna gracia. Puedo aceptar haberme convertido en zombie. Al menos ya no tendré que gastarme dinero en una tumba o un nicho. Pero, ¿de qué demonios se supone que voy a vi... Es decir, a mantener mi no-vida? Um... Otra duda para mi lista: ¿Puede un zombie morir de hambre?

En medio de mi hambrienta reflexión, un delicioso olor alcanza a mi sentido del olfato (es extraño, ahora que lo pienso, que no haya olido mi cuerpo podrido). Me pongo alerta, todo lo alerta que se puede poner un zombie, y observo a mi alrededor. Tras dar varias vueltas en círculo y caerme dos o tres veces por no mirar dónde pongo mis pies insensibles, se me ocurre mirar hacia la copa del árbol donde me había apoyado inicialmente.

Em... Un segundo. ¿Se me está cayendo la baba por una... Manzana?

Le doy una fuerte sacudida al árbol, haciendo que caigan dos o tres piezas de fruta y cojo una con extrañeza. A mí, las manzanas siempre me han parecido repugnantes; demasiado duras y dulces. Donde se pusiera un buen filete...

Sin embargo, ese olor antaño empalagoso, me embarga completamente y me incita a morder la fruta. Mientras mastico, algo me indica que uno de mis dientes va a acabar en mi estómago junto con la manzana, pero eso no es lo más importante...

¡He logrado calmar mi hambre!

Exultante de felicidad, o eso creo, ya que aún no estoy acostumbrado a los sentimientos "zombieísticos", me dejo caer nuevamente en el suelo, saboreando la manzana.

Bien, he solucionado uno de mis problemas: el hambre. Al menos no me veré obligado a comer esa asquerosa carne sanguinolenta de los humanos. Además, en la tele siempre dicen que las frutas y verduras eran muy sanas.

A base de manzanas, tendré una vida más longeva; al menos más que la de los americanos que se hinchan a comida basura.

Ojalá hubiera pensado en ello antes de convertirme en un no-muerto. Me habría ahorrado bastantes horas de gimnasio.

-Pero... ¡Ey! ¡Me podré forjar una buena fama y un nombre en la historia! -pienso comiendo mi manzana.

Después de todo, ¿cuántos zombies vegetarianos hay en el mundo?

Acabo la fruta y me levanto, dispuesto a caminar en busca de más árboles frutales mientras los gritos desesperados y las inútiles carreras de huida ponen música a mi marcha.

3 comentarios:

  1. Si es que es lo que pasa cuando uno esta tanto tiempo sin comer: que se come lo más insospechado, sea vegetariano o no, esom es lo de menos xD.

    ResponderEliminar
  2. Sí, pobre... Pero seguro que tuvo una larga y saludable vida xDDD

    También influye haber escrito esto después de comer y 10 minutos antes de tener que coger el coche para ir a la uni... No pude pensármelo demasiado :P

    ResponderEliminar
  3. XDDD Es que me imagino al zombi vegetariano cambiando el mundo...

    ResponderEliminar