Reino de la noche.

Esta noche he hablado con las estrellas. Me han visto llorar y han querido consolarme. Me han preguntado cuál era la razón de mi pena. De mi boca sólo ha salido un nombre, el tuyo, acompañado de las lágrimas que corrían por mis mejillas. Ellas, al escucharlo, comprenden mi lamento. “Sólo era cuestión de tiempo”, me dicen. Yo, sin saber cómo sentirme después de tal reproche, cierro muy fuerte los ojos, intentando concentrarme en evadir los pensamientos sobre ti que, sin compasión, ahora invaden mi cabeza. Intento que se relaje mi llanto, gasto toda mi energía en olvidar tu nombre, en olvidar lo que me has hecho sentir. Pero esa ansiedad no se marcha.

Las estrellas, preocupadas de verme así, deciden avisar a su reina, la Luna, pensando que quizá ella sí sepa cómo consolarme. Pero la Luna me ha mirado avergonzada, sabiendo que ella tuvo parte de culpa; sabe que ese día estaba llena, sabe que su efecto ese día fue devastador para mí… Incluso sabe que también lo fue para ti, pero eso prefiere ocultármelo. Ella ya lo sabe, lo vio todo. Se disculpa, y se consuela diciendo que intentó avisarme, pero que yo no quise escucharla. Y mientras me lo dice me doy cuenta de que tiene razón, no quise hacerlo. Debí escucharla la noche que me confesaba lo que tú realmente pensabas, lo que realmente sentías. Pero la Luna me contesta: “Es demasiado tarde…”.

Noto que sube la temperatura, es la Luna, que ahora me arropa con su calor. Las estrellas brillan con más fuerza, quieren hacerme compañía. Espero junto a ellas a que llegue el amanecer, me han prometido que todo habrá pasado para entonces. Y yo confío en ellas. Por la mañana ya no recordaré tu nombre, la Luna se encarga de ello. Esta noche me enseña a no llorar nunca más por ti, me enseña a darme cuenta de que no te mereces que llore por ti...