20.12.09

de estaciones y posadas

Les oirás murmurar que enloquecí.
Que pasé tres meses sentada en el parque, sonriendo.
Que alguna carcajada escapó de mis labios.

Y luego, luego las palomas dejaron de huir, se acostumbraron a mí como yo me acostumbré a tu cuerpo en mi cama.

Dirán que después de aquel tiempo, mi sonrisa perenne se marchitó, cayó al mismo tiempo que la última de las hojas del otoño. Y que, con la llegada del inviero y la lluvia, nevaron mis ojos y encharcaron mi corazón.

Podrás escuchar mi historia en la taberna del pueblo, y el posadero les mandará callar. Su mujer se acercará a servirte algo caliente a cuenta de la casa, y susurrará el final del cuento.

Entenderás que una mano secó las lágrimas, inexistentes, agotadas ya, de mi mirada de hielo.
Que me ofreció su alma a cambio de una sonrisa, y que yo esbocé una mentira en mis labios para que me rescatara. Para que me sacara de allí, para que me sacara de tí.

Entonces tú preguntarás, a pesar de conocer la respuesta.
Y ella comprenderá, reconociendo tus ojos entre mis palabras, quién eres.
Suspirará y tomará asiento a tu lado, haciendo caso omiso de su marido.
Repentinamente triste, sólo podrá decir que las palomas del parque me echan de menos tanto como te añoré yo a tí.

2 comentarios:

  1. Tras leer esto, me visto de aquella persona consciente de ver como el juicio no manda y se queda quieta mientras el recuerdo de un día feliz la embriaga de nostalgía, y se queda mentalmente allí, sin hacer caso al terrible presente. Conmovedor, tiene mucha alma. Grandes compañeras, tus palabras.

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  2. Me gusta lo cotidiana que resultas, cómo haces de la locura y la nostalgia algo con lo que se vive. Precioso, Seph

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