19.12.09

Cuento de Navidad

Hace unos días sucedió algo espantoso, algo que preferiría borrar de mi mente pero es imposible. Son cosas que pasan todos los días, a mi pesar,a las cuales no damos mayor importancia porque solemos pensar "¿que más da? si total..." y continuamos nuestro camino como si no hubiera ocurrido nada. Pero para mí, no es así.

El otro día de madrugada, accidentalmente atropellé a un perro abandonado en la carretera. Fue horrible, sonó un grito desgarrador y seco que produjo eco entre las montañas nevadas. No lo vi, de repente apareció de la nada... manchando todo el lateral de mi coche de sangre. Frené el coche y quité el contacto enseguida. Temblorosa y asustada me quedé unos segundos pensando qué hacer, si hacer marcha atrás y salir corriendo o bajarme del coche a ver al pobre animal. Me armé de valor y opté por lo segundo, aun sabiendo que odiaba la sangre.

El perro era un pastor alemán de gran tamaño. El impacto se lo había llevado en el costado provocandole la muerte inmediata y se podía entre ver parte de sus entrañas... casi me mareé al verlo ahí tumbado. Lo retiré a un lado de la carretera para que no molestara al tráfico y así evitar posibles accidentes de coche y para que el animal, al menos, estuviera en paz.
Durante el trayecto de vuelta a casa me quedé pensando en cuál habría sido la vida que había tenido ese pobre perro....

Una Navidad, papá compró un hermoso perrito para su querido hijo, el cual se había portado muy bien y había sacado unas notas excelentes. Mamá se alegró mucho, le compró una cesta al recién llegado para que pudiera dormir cómodamente, también le compró un collar dorado para que lo luciera elegantemente, una manta para que no tuviera frío por las noches, una correa de color rojo y hasta un jerseicito para cuando nevara. Su hijo estaba encantado con el nuevo juguete, así podría pasearlo y jugar con él. Qué bien, qué alegría.
Así fueron los primeros meses, incluso los primeros años pero el perrito creció y ya no cabía en la cesta de Mamá; ya no cabía en el lado del sofá, sino que lo ocupaba entero; se hacía sus necesidades si el hijo no lo sacaba a pasear y la casa olia mal.
Una tarde se juntaron los tres para debatir qué hacer para que la situación cambiara y en vez de corregir sus errores, decidieron que el problema tenía cuatro patas y se llamaba Tora y que para volver a la estabilidad que había antes en casa, había que deshacerse del problema.
Así pues, se dirigieron los cuatro al monte y sin más dilatación, abandonaron a su suerte a la perrita que un día tanto quisieron y que tanto cariño y lealtad les había dado.
Tora anduvo durante días por la carretera buscando el camino de vuelta a casa; los días se convirtieron en semanas y la pobre perrita cada vez estaba más y más delgada, más y más cansada, más y más triste... no comprendía qué había hecho mal y una noche helada se tumbó en medio de la nada cansada de tanto caminar sin encontrar su lugar. Cerró los ojillos y se acurrucó en la carretera. Estuvo así una media hora hasta que dos luces grandes se acercaron precipitadamente hacia ella sin darle tiempo a reaccionar.

Recordad, no son juguetes, son animales y aunque animales, tienen sentimientos y son seres vivos como cualquiera de nosotros.
Feliz Navidad.

1 comentario:

  1. Jo, es que no soporto que la gente abandone a los animales... ¡Me da muchísima pena! Así que espero que con esta historia ablandes algún que otro corazón acorazado.

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